Dos meses después.
Cuando salí del refugio no podía
creerlo, habían cuerpos regados por toda la calle, casas destruidas, el olor
del ambiente era una mezcla de cenizas y sangre. Y aunque creí que ya todo lo
peor había pasado, allí estaban ellos. Aún seguían aquí. Altos, llenos de
escamas, como si fueran armaduras, con esos ojos rojos que te hacen sentir que
el infierno es poco para lo que te pueden hacer. Cuando salí del refugio, pensé
que ya todo había pasado.
Estaba
muy equivocado.Anónimo.