Black door.

Toc toc toc toc

Toc toc toc toc

Las suelas de los zapatos sonaban en cada choque de los pies con el parqué recién lustrado de las escaleras.Los brazos iban y venían para impulsar el cuerpo hacia adelante, en un proceso en conjunto con las piernas que se impulsaban una tras otra para llevar al cuerpo hacia la dirección que se había fijado en su cabeza.



El vestido se movía al ritmo de las caderas que iban de acuerdo al movimiento de las piernas que subían las escaleras interminables cubiertas de parqué. El sudor salía profusamente de las sienes de ella por el ejercicio que realizaba, que tenía que realizar. La distancia desde la primera planta hasta la cuarta se le hizo interminablemente ridícula hasta que por fin divisó la puerta negra con una perilla dorada en forma de globo.

Estiró el brazo, cogió la perilla, la movió en ciento ochenta grados hasta que la puerta negra se abrió. Marie se detuvo en seco cuando vió la escena que en esa habitación tenía lugar. El bullicio de la fiesta de abajo se apagó en su cerebro y se concentró en la única cosa importante: Allí estaba él. 

No podía creerlo, después de tantos años ausente, después de tantas idas y venidas, de tantos besos, de tantas cachetadas,  de tantos te amo y tantos "vete a la mierda".

Él se giró en su eje, como la Tierra cada 24 horas y sus ojos café se posaron en ella, en su ridículo vestido de dama de honor, en su escote, en sus caderas, en su cabello deshecho por el ejericio de subir tantas escaleras, en sus ojos color miel, en su nariz perfecta, en sus labios sin labial porque sabía que por nada del mundo se pondría un labial; en su otrora piel blanca que ahora lucía bronceada por el sol de la maldita ciudad que los abrazó en el momento cumbre de su relación ya muerta. O zombie.


-Maldito infeliz, tenías que aparecerte ahora, justo ahora en el matrimonio de Luciana -Lo dijo con ganas de besarlo.
-El momento perfecto para demostrarte que solo tú me importabas -él ya quería acercarse a ella.

-Ni te atrevas a decir eso, tu y yo, lo nuestro es historia -miraba sus labios.

-¿Historia? Pero si estás aquí y sudando -miraba sus sienes mojadas.

-Solo quería asegurarme de que eras tú para decirte una vez más que te vayas a la mierda -ella dio un paso adelante.

-Con esta es la sexta vez en cuatro años y sigues viniendo una y otra vez- él dio dos pasos adelante.

-¿Qué se supone que significa eso, imbécil? -ella dio dos pasos más.

-Que aun me quieres, que aun te vuelvo loca, que necesitas mandarme al demonio para estar cerca de mi -él se detuvo frente a ella, a centímetros.

-Maldito presumido, hijo de put...-ella no soportó más y lo besó.

Sergio la abrazó como tantas veces y la besó como la primera vez. Marie se rindió ante él como tantas veces y cada vez creía en él como la primera vez.

Poco a poco sus almas se fundieron en una sola, como tantas veces y como la primera vez que se besaron en el cine después de una película de Woody Allen. 

Él la encontró interesante, ella lo encontró apuesto e inteligente. El sabía que podía haber encontrado algo que valiera la pena, ella sabía que solo sería aquel beso para que cayera rendida. 

Después de varios minutos unidos, ella despertó de su sueño para darle una cachetada. Él solo atinó a sonreir y saborear los labios con su lengua.

-¡No vuelvas a hacer eso! -Marie realmente se esforzaba por parecer indignada.

-Lo querías tanto como yo -Sergio se esforzaba por no parecer tan  arrogante.

-¡No! Me forzaste, te acercaste... te.. si lo haces de nuevo voy a gritar y te juro por tu madre que gritaré tan fuerte que creerán que me estuviste violando -realmente no iba a hacer lo primero, pero esperaba un poco lo segundo.

-Jajajajaja si no te conociera, juraría que suenas convincente -él se reía por dentro también- de todas maneras solo vine a verte y decirte que nunca te mentí ni te engañé como quisiste creer, que solo viví para ti y por ti pero que nunca, ni siquiera, me diste el beneficio de la duda -un sentimiento llamado rencor se apoderaba de sus pupilas.

-¿Duda? Por favor, qué duda iba a tener que te estuvieras revolcando con la zorra que se acaba de casar en el primer piso -cierto la boda, la maldita boda que era el motivo por el cual ella tenía ese ridículo pero sexy vestido.

-Nunca cambiarás, odiaba el que creyeras que tienes siempre la razón, como si toda la mierda que sale de tu cabeza es oro puro. Oro puto será. Nunca te engañé, ni siquiera con mi maldito pensamiento te mentí pero nunca me creerás, porque no crees en nadie, ni siquiera en ti misma para al menos averiguar que pasó o qué no pasó. -se sorprendió a si mismo de haber dicho todo lo que tenía dentro, todo lo que había ensayado desde que salió de casa con el smoking puesto con dirección a una boda a la que jamás fue invitado y en la que planeaba infiltrarse.

-Yo.. espera..pero si tu me.. ¡mierda! -comenzó a dudar, por primera vez en años, la coraza que se había puesto, el caparazón, el capullo comenzó a desmoronarse. Se sintió frágil, desnuda, fría. Ahora no tenía contra argumentos, no tenía razones, no tenía ideas, no tenía nada. Su cabeza se había esfumado por primera vez en años y entró en pánico.

Sergio la vio indefensa, le pareció una niña con una dulce expresión de desconcierto. Quiso abrazarla, le quemaron las ganas de abrazarla pero no lo hizo. Solo atinó a ir hacia la puerta, estirar el brazo, tomar la perilla, girarla y abrir la puerta negra de la habitación que fue testigo del mejor momento de su vida y del más triste.

Salió, atravesó el umbral y dejó a Marie dentro. La dejó con su dulce desconcierto de niña, de una mujer que se hacía millones de preguntas y que comenzaba a albergar un remordimiento consigo misma que la definiría por mucho tiempo. Y así, él se fue dejándola atrás, con decisión, con dolorosa decisión. 

Y así ella lo dejó ir, sabiendo y comprendiendo lo estúpida que fue al dejar la habitación sin llave.