Cuentos en un solo plano.

Marie salió aquella tarde y caminó por toda la vereda hacia el centro, se cruzaba con personas. Personas con distintas historias, distintos destinos, distintos pasados. Un paso tras otro, avanzaba por el camino, miraba hacia los dos lados al cruzar la calle.
Uno tras otro, uno tras otro. Pensaba en cada momento que había pasado hace dos noches cuando Julián se le declaró. 

-Te amo, sé que no puedo ponerme en medio entre tú y esa pequeña sabandija. Sé que no puedo esperar nada, pero te amo y no puedo evitarlo –le dijo en medio de lágrimas. Lágrimas sinceras. Ella solo pudo tomarle la mano mientras él se desmoronaba confesando el amor que había guardado desde hace tanto tiempo.


Mientras ella ponía más atención a sus tribulaciones que al camino se topó con un sujeto que venía a toda prisa. Ella volteó con toda la intención de recriminar al tipo, el volteó sólo para saber si nadie lo seguía.
El tipo corría perseguido por alguien invisible, aunque no era del todo cierto. Varios metros atrás, otros dos sujetos corrían para atrapar a alguien que le había robado un sobre muy importante. Aquel sobre contenía unas fotos de su jefe en la cama con una mujer que no era su esposa. 



El sujeto pensaba que todo saldría perfecto. Infiltrándose en la cotidiana habitación de hotel en el que el señor al que espiaba se reservaba para las sesiones amatorias con otra mujer que no era su esposa. Pero no pudo aguantar tanto, una claustrofobia mal tratada, lo delató. Sesiones de terapia se fueron al demonio. No pudo aguantar estar 4 horas en el clóset jamás usado. Abrió las puertas como queriendo respirar el oxígeno como si no lo hubiera inhalado en semanas y se encontró con la mujer más hermosa que había conocido encima de un viejo cincuentón, gordo y con principios de calvicie extrema. La escena de ellos sorprendidos por el tipo se congeló por casi 3 segundos luego rápidamente tomó unas fotos y salió corriendo sorprendiendo a un empleado que iba con una botella de vino para el cuarto del todo poderoso jefe.
Y así, perseguido por una noticia que lo haría rico o un pobre muerto, corría mientras se topaba con transeúntes aún adormilados.  Como Jaime.




Jaime que miraba al tipo correr, perseguido un minuto más tarde por dos sujetos más, esperaba un micro que lo llevaría a su trabajo en una urbanización al otro lado de la ciudad. Jaime era así, solo veía a las personas. No actuaba, callaba todo, veía detalles eso sí. Detalles minuciosos. Estudiaba a las personas pero callaba, enmudecía y solo observaba. A vista de cualquiera podría parecer las características de un sociópata, pero sólo era tímido. Temeroso de que alguien lo reprochara, reprendiera o sermoneara. Hacía las cosas como siempre se la ordenaban, tenía una especie de programa perfecto en su cabeza. Se levantaba a la misma hora todos los días, se bañaba, se cambiaba, desayunaba y salía de su casa a la misma hora durante los últimos 34 años de su vida. Había sido un alumno de buenas notas en la universidad, pero solitario. No tenía amigos, excepto por el portero del edificio donde él trabajaba como electricista permanente. Y no eran tan amigos, solo porque lo encontró un día maniatado por unos ladronzuelos que intentaban robar un departamento del tercer piso, y él lo liberó para que pueda llamar a serenazgo y atrapar a los infelices. Se hicieron amigos, pero el portero aún tenía cierta reserva para expresarse totalmente a pesar de que prácticamente le salvó la vida. Jaime aún esperaba el micro que lo llevaría hacia el otro lado de la ciudad mientras su mirada se fijó en una joven muy hermosa que esperaba cruzar la calle mientras parecía estar sumida en sus propios pensamientos. El deseaba con todas sus fuerzas hablarle, y lo hubiera hecho si estuviera en un mundo paralelo donde el no fuera tímido y tuviera los huevos para decirle, “Hola flaquita, ¿qué pasa, que te molesta, que te aburre, que te incomoda? Yo puedo resolverlo, porque ¿sabes? Soy el que hará tus sueños y deseos realidad”. Pero eso jamás pasará. El micro aparece y el sube, se sienta cerca a la ventana y sigue observando a la chica hermosa de los infinitos, desconocidos y probablemente agobiantes pensamientos, mientras el bus reinicia la marcha y él se aleja lentamente hasta que sea inevitable olvidarla.