Tomorrow.

Marie abre los ojos esperando a que el nuevo día la sorprenda. Lo primero que hace es prender la grabadora, pone play y el cassette reanuda en donde se quedó anoche. Morrisey ataca la habitación con “Sing your life”. Marie se rasca la cabeza, los ojos, la nariz. Tiene deseos de orinar, comienza a tararear la canción mientras se dirige al baño. Mientras tanto, alguien va subiendo las escaleras, ella lo escucha ya que en el baño hay una ventana pequeña que da a las escaleras. El departamento es pequeño, demasiado –piensa ella mientras jala la cadena para que el agua haga su trabajo con los desperdicios humanos –tal vez sea hora de cambiar de lugar, irme a otro lado-.






Ella se arregla para salir a correr, coloca su iPod en el bolsillo derecho, tiene puestas las zapatillas que compró la semana pasada, cuando se obligó a correr pensando que era lo mejor ya que pronto cumpliría 20 y tenía ese raro pensamiento de que si no corría se pondría vieja y arrugada, las llaves en el bolsillo izquierdo, junto con el dinero para comprar una botella de agua en el camino. Se pone los audífonos y comienza “Starlight” de Muse, esa canción la detiene por un momento.
Es entonces donde recuerda a Julián y tiene el deseo incontrolable de llamarlo.
Julián es el tipo con el que se encontró hace 2 años aproximadamente en la barra de un bar en el centro. Ella tomaba un chilcano mientras una banda de la capital tocaba un cover muy bueno de Starlight, el ambiente se había transformado de un cuchicheo interminable a un mini concierto en cuestión de segundos. Todos le pusieron atención a la banda, Marie se volteó para no perder su sitio, fue en ese entonces donde Julián se acercó. Un tipo alto, bien parecido, con un blazer que tenía un aroma entre fragancia para hombres antiguos, cigarro y ron atrajo la atención de ella.
– Me gustaba Muse cuando estaba en secundaria, luego le perdí la pista pero esta canción me hizo volver a comprar un disco de ellos –Le dijo sin esperar una palabra a cambio. Pero Marie solo lo miró y le dijo – Soy Marie –le extendió la mano y él hizo lo mismo –Soy Julián, Julián Bismark. Él le sonrió, la miró y no pudo dejar de mirarla.
Ese primer encuentro, luego de otros más sobrevino en una relación que meses después llegaría a su punto clímax cuando Julián extasiado de amor por ella le pidió que se casaran. Marie siempre había huido de las relaciones. Las consideraba promesas falsas, torturas innecesarias, pérdidas de tiempo. Pero ahora se había enamorado de verdad. Julián pensó que sería fácil, un sí rápido, como a él le gustaba. Ella le dijo que no, que no se iba a encadenar a un hombre que amara solo para hacerlo feliz. Ella era libre, le gustaba su libertad. A él le gustaba ser prisionero, de su rutina, de su oficina, de su trabajo, de su maestría, del departamento que compartían, de ella. Y fue así como dos personas distintas que se aman, se separan. 

Julián dejó de llamarla, ella dejó de contestarle.

Marie tuvo que mudarse de nuevo, a otro lugar. Más pequeño. Más acogedor. Irónicamente, sentía que cambiaba de jaula, pero de algún modo era libre. Y así, días, meses pasaron y jamás supieron el uno del otro. Hasta que Marie le dio play a su iPod antes de correr y se quedó parada en medio de la habitación, con ganas de tomar al teléfono y llamar a la persona que había querido enjaularla por amor. Pero no lo hizo, caminó a la puerta, la abrió y al mismo tiempo escuchó que su vecina insertaba la llave en la cerradura de su propio piso, le dio un último vistazo al teléfono como si fuera a desaparecer cuando ella cerrara la puerta –Tal vez mañana, tal vez el mes siguiente –y la cerró.