The Amazing Spider-Man #600



Marie caminaba por aquellas calles casi solitarias de Surco buscando un bar desierto, un poco de vodka la haría sentir bien. Aborrecía estar en la casa de su primo. Un primo al que sólo había visto unas cuantas veces en su vida y que ahora la alojaba el Lima por un par de semanas. Eddie, un tonto vegetariano que estudia publicidad en el IPP, se le insinuaba todo el tiempo a pesar de que gran parte del día la pasaba con su novia fumando un porro o viendo alguna película serie B por la internet.  






Marie estaba harta de aquello, pero pensó en acostarse con él cuando la recogió de la terminal. Lo pensó hasta enterarse a la media hora siguiente que tenía una novia de casi 9 años y que los estaba esperando en la puerta del edificio para cerciorarse de que la prima no se le lanzara al primer segundo de pisar el departamento.  Luego de cuatro días de la misma manera, decidió acortar su estadía en Lima de dos semanas a solo seis días por lo que le quedaban dos para hacer todo lo que tenía que hacer. Y tomar un vodka a las 10 de la noche era una de esas cosas.  Llegó a la esquina de una calle, no sabía exactamente cuál era. Y no le importaba demasiado, solo caminaba y caminaba tratando de hallar un lugar donde recostar sus frustraciones, fastidios y deseos. Estaba perdiendo la paciencia y las ganas cuando divisa un bar llamado Lecker Schmecker. – ¡Que tal nombresito ah! –dice sin dejar de ver el logo, una especie de escudo y un castillo con un fondo rojo –Justo lo que necesitaba carajo – atraviesa la puerta y ve que es una especie de “fancy lounge”.
– Pitucos de mierda –Marie se queda mirando el lugar un momento, las luces ambientales tipo hotel Sheraton, asientos de cuero blanco con mesitas hechas a medida. Por un momento la asombra, nunca pensó terminar en un lugar así aquella noche. –Como sea, ahora, ¿Dónde está el maldito bar? –busca la barra, al cantinero, al mesero a quién sea –Ah ahí está –Marie no desea seguir parada por más de un minuto y medio después de que entró, la poca gente que había en el lugar, hombres al parecer altos y rosados con mujeres esbeltas y rubias, comenzaba a mirarla. Comienza a caminar hacia la barra vacía, le pide un vodka al barman, se voltea de cara al lugar y comienza a mirar a la gente. Empieza a imaginar situaciones, conversaciones. Piensa que todos están hablando de viajes al extranjero, de autos nuevos, de las veces que han tirado o de criticar a algún buen amigo. –Hipócritas, todos son hipócritas – Marie hablaba con tanto enojo. Enojo por su primo, por Lima, por estar sola en ese momento o por no haberle hablado a aquel chico con el cómic en la estación central. 

Eran las 8 de la noche y Marie salía de la calle Quilca en el Centro de Lima. Había ido a ver que libros viejos se encontraban allí. Su primo le había pasado el dato de que esa calle era el paraíso de los lectores de poco dinero. –Lo único bueno que dijo hoy –pensaba ella mientras ella caminaba rápido saliendo hacia el Paseo de los Héroes. –No debo hacerme tarde, se hace más peligroso conforme pasan los minutos –se decía mientras gotas de transpiración aparecían por sus sienes.  Por fin llegó a la estación central, pasó su tarjeta por la máquina para que la dejara entrar a los andenes cuando vio a un chico apoyando en una luna que le servía de pared a un negocio de hot dogs. El estaba sumergido en la lectura de un comic de Spiderman.  –“The Amazing Spider-Man #600”, sólo lo había visto online –decía sin quitarle la vista al chico.
Vestía converse color azul acero, pantalón semipitillo negro y un polo celeste que hacía juego con sus zapatillas. Tenía, además, lentes de pasta gruesa lo que lo hacía ver total y absolutamente nerd. Pero lindo.
Ella se detuvo cerca a la puerta del andén de la línea B, mirándolo, vigilándolo, adorando el cómic y con unas ganas de hablarle. Pero no, no lo hizo. Llegó el bus de la via Expreso 2 y el se subió sin dejar de leer. Parecía que hacía aquello cada noche. No llevaba ninguna mochila o maletín, solo unas converse, un pantalón negro, un polo que hacía juego y un comic.


El barman le avisó que su bebida estaba lista, ella lo tomó y estuvo a punto de darle su primer sorbo cuando recordó que su billetera la había dejado en su maleta.
–¡Carajo! –dijo en voz alta mientras revisaba su bolsillo trasero, los demás individuos del bar la miraron con cierto desdén, mientras ella salía rápido del bar alemán lleno de pitucos de mierda. Una vez a salvo en la calle, figurativamente, se dirigió al metropolitano con destino a Miraflores, a recuperar su billetera y probar suerte por los bares de allá. Aún pensaba en el chico del cómic, y en lo inexplicablemente cobarde que fue al ni siquiera decirle “¿Qué tal es Spider-man?”, tal vez con sólo eso el chico le habría cambiado la vida. O tal vez no.